Antes entender cómo funciona el sistema de arranque y parada necesitas saber cómo funciona. Este sistema entra en la categoría de tecnología inteligente que se utiliza en el ámbito de la automoción con el fin de mejorar la maniobrabilidad, conducción y seguridad de cada vehículo individual. En resumen, el sistema de arranque y parada consiste en apagar el motor mediante un comando enviado por el unidad de control al sistema eléctrico que controla el sistema de arranque y parada del propio motor.
Al analizar más profundamente el funcionamiento del sistema de arranque y parada, cuando el coche está parado o tiene una velocidad de circulación inferior a 6 Km/h, la centralita envía las órdenes de apagado del motor. Este mecanismo no permite que los demás componentes eléctricos se detengan porque son alimentados por un generador autónomo. El funcionamiento autónomo también tiene lugar con respecto a la alternadorla batería y otros componentes.
Lo que caracteriza a los modelos de coche equipados con este sistema altamente tecnológico, además de varias ventajas que ofrece, es la presencia de una unidad de control secundaria que se interpone entre la unidad de control del motor y la general. Otra característica es la doble función que realiza el alternador, que además de producir corriente, realiza la función de arrancar el motor cuando se encuentra en determinadas condiciones como, por ejemplo, parado en un semáforo, estando estacionado en la señal de stop. o simplemente cuando el automóvil circula a una velocidad igual o inferior a 6 km/h. También hay que decir que el coste de los coches equipados con este sistema tecnológico no es muy superior al de los coches que no lo tienen. De esta forma, los fabricantes de automóviles intentan crear coches seguros, vanguardistas y al mismo tiempo velando por el respeto al medio ambiente.
Como todo, el sistema de arranque y parada también tiene ventajas pero también inconvenientes que, a pesar de todo, lo hacen realmente útil y vanguardista. Entre las muchas ventajas está la notable economía de combustible (entre un 5 y un 10%) y una reducción de las emisiones de CO2 (entre un 8 y un 15%). Una desventaja es el posible daño al alternador y al batería del coche, aunque no es frecuente ya que los fabricantes de coches utilizan componentes más potentes que los coches tradicionales.